Reyes Que Apoyaron A Cristóbal Colón Para Hacer El Viaje

Eran instantes de fuerte efervescencia en la empresa descubridora de Portugal. Los lusos estaban explorando la desembocadura del Congo y la costa mucho más al sur, con la intención de hallar esa vía meridional que permitiese linkear con el Índico y llegar a la tan deseada Tierra de las Especias. Por tanto, la iniciativa del predescubrimiento de América es tan sugestiva como discutible, y tan bien difícil de probar como de refutar. Lo único cierto -y según fray Bartolomé de Las Casas- es que Colón «tenía certeza de que debía conocer tierras y gentes, tal y como si en ellas en lo personal hubiera estado». Y que «tan cierto iba de descubrir lo que descubrió y de encontrar lo que halló, como si dentro de una cámara con su propia llave lo tuviese». Sabemos que viajó a Inglaterra; al oeste de Irlanda, donde él mismo mencionó que vio a un hombre y a una mujer que habían llegado de Catay por el oeste, cruzando el Atlántico; y quizá llegara hasta Islandia, lo que ha servido para plantear si ha podido conocer alguna novedad sobre los viajes de los vikingos a través del Atlántico Norte.

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Isabel y Fernando le confirmaron todos los permisos admitidos en las Capitulaciones de Santa Fe. La noticia del viaje se extendió por toda Europa con la impresión de una carta de Colón que lo resumía, reeditada once ocasiones en pocos meses. En la mañana del 12 de octubre de 1492 Colón llevó a la praxis la travesía del Atlántico. El presuntamente genovés, Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez y el escribano desembarcaron en San Salvador. Y el 6 de octubre reventó un motín que únicamente pudo ser dominado cuando Martín Alonso Pinzón impuso su firmeza. La inestabilidad volvió a resurgir, sin embargo, 4 días después, el 10 de octubre; pero entonces, Colón ahora había tomado una decisión, que fue fundamental.

El Primer Viaje: Financiación De La Compañía Y Bases De Partida

De cualquier manera, para entonces el marino ya había perdido el monopolio de los descubrimientos, pues en 1499 los monarcas autorizaron diferentes expediciones que vamos a estudiar mucho más adelante bajo el epígrafe de los viajes inferiores o andaluces. Las manifestaciones de Colón hicieron que algunas de las disposiciones citadas fuesen suspendidas, pero movieron, además, a los reyes a mandar al Nuevo Planeta a un comisario real -Juan de Aguado- con la misión de fiscalizar las actuaciones del Almirante y pasar reportes sobre la situación del emprendimiento. Los roces de Colón con Aguado fueron inevitables y llevaron al Almirante a emprender la ruta de retorno a Castilla el diez de marzo de 1496, llegando a Cádiz el 11 de junio siguiente. Del primer viaje de Colón se conserva un archivo excepcional, el Diario que redactó nuestro descubridor, merced al resumen del mismo que efectuó fray Bartolomé de las Casas. Las Casas recogió todo lo esencial y los detalles que le parecieron de interés, reproduciendo literalmente un número muy notable de parágrafos. A pesar de que la copia que usó el regular tenía una letra a veces confusa, la rigurosidad de su trabajo, al lado de otros indicios.

La interpretación de las Capitulaciones de Santa Fe dió origen a diversas polémicas. Algunos estudiosos propugnan que tuvieron carácter de concesión graciosa de Isabel y Fernando. La diferencia entre las dos concepciones radica en que en el primer caso, los monarcas podían cambiar las condiciones de la gracia; al paso que en el segundo, el contrato se encontraba amparado por el Derecho Natural, que obligaba a su cumplimento incluso a los reyes. Esta cuestión ya se suscitó en tiempos de Colón y de su heredero directo, y entonces tuvo una gran importancia y fue debatida en enconados pleitos.

Pero Colón logró superar las presiones del soberano luso, aduciendo su condición de Almirante de Castilla y probando que su viaje no había tenido como rincón de destino Guinea, sino venía del oeste, de las Indias. «Parecía a todos que había ganado la carrera hacia el objetivo tan ambicionado por Portugal». Con en comparación con supuesto origen genovés, en una primera etapa de su juventud, Colón compaginó su dedicación a la manufactura -la de su padre- con los primeros contactos con el mar, probablemente como grumete. Hacia 1473 debió abandonar la localidad de Savona, donde radicaba su familia, y aparentemente fue entonces en el momento en que comenzó a trabajar en el activo comercio genovés, viajando hasta las colonias de esta ciudad en el Mar Egeo -como la isla de Chío-. También, algunos investigadores indican que participó en campañas navales al servicio de Renato de Anjou y quizá también bajo el mando del corsario Colombo o Coulon el Viejo -con el que no guardaba ninguna relación familiar, pues era un corsario gascón llamado, de todos modos, Guillermo de Casenove-.

Los Reyes Católicos Reciben A Cristóbal Colón

Palos vivía del mar, de la navegación de altura, y tenía marinos expertos, varios de ellos populares suyos o amigos personales; además, se encontraba a poca distancia del monasterio de la Rábida, del que acompañamiento había recibido desde su llegada a España siete años antes. En Palos, pues, se organizó la flotilla, gracias en buena parte a la participación del palermo Martín Alonso Pinzón, que supo seducir a los pobladores de la región de la viabilidad de la empresa. Es indudable que Colón debió congeniar mejor con doña Isabel que con don Fernando, y no es difícil imaginar a la reina oyendo sorprendida las propuestas del navegante, un hombre que debía de disfrutar de enorme labia y un indudable atrayente personal. Más allá de ello, la decisión de llamarlo para que se apresurase a regresar a Granada a fin de firmar en el Real de Santa Fe las Capitulaciones, tuvo que partir de los dos monarcas. No es concebible que el resultado de una negociación, que había durado nada menos que siete años, fuera acordado solo por la reina.

Desde luego no fue una visita por azar, ya que este monasterio no se encontraba en ninguna ruta frecuente de comunicación. Algunos historiadores de los siglos XVI y XX han cuestionado que Colón visitase en 1485 el monasterio de La Rábida, y han datado dicho primer contacto unos años después, en 1491. ¿Pagó con esta recomendación Colón a su amigo que le había ayudado en momentos difíciles? En cualquier caso, desconocemos la intervención económica total de Berardi en esta gran armada y el monto que pudo dar el almirante de su ochavo en este su segundo viaje, que con una flota de 17 naves, el mayor convoy que se despachó en varios años, partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Dos días después se rencontró con La Pinta, y ambos bandos decidieron unirse de nuevo.

Y han comenzado a buscar cada uno de ellos por su cuenta los orígenes de ese oro del que habían encontrado rastros tan rebosantes como imprecisos. Colón llegó a Cuba, isla que en un primer momento identificó con la ansiada Cipango. Exploró la costa occidental y envió desde allí una delegación que debía entrevistarse con el Enorme Khan, pero que no halló mucho más que a un cacique local cuya riqueza no satisfizo las expectativas de los españoles. Esa embajada sí se llevó una gran sorpresa puesto que por vez primera los europeos vieron a los indígenas fumar tabaco.

Juanoto, conocedor de la situación en el Nuevo Planeta, pergeñó un plan para abastecer la colonia que elevó en un memorial a la reina. En él se exponían por primera vez los problemas acuciantes de la colonia y la forma de solventarlos. Planteaba el florentino un monopolio para ser él quien suministrase el flete de todas y cada una de las naves que se dirigieran al Nuevo Mundo, asegurando que bajaría en mil maravedíes por tonelada el flete propuesto por cada competidor. No vio Berardi los desenlaces de sus proyectos indianos, puesto que murió en Sevilla el 15 de diciembre de ese año. En enero del año siguiente de 1496, zarparon 4 carabelas que no llegaron a las Indias, pues naufragaron en el Ajustado el 8 de febrero dando al traste con el ansiado emporio comercial. Don Cristóbal había perdido a su amigo y factor y la compañía estaba en quiebra.

También le correspondió al marino el título de Virrey y Gobernador General de todas y cada una de las tierras que descubriese, con la facultad de ofrecer ternas de aspirantes a la elección real para contemplar todos los cargos de gobierno que debiesen nombrarse en tales tierras. Si bien la resolución política se encontraba tomada, Colón y los monarcas comenzaron las negociaciones de los términos de la expedición. Por último, todas las metas del marino fueron aceptadas en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de 1492 por Juan de Coloma -secretario de los Reyes Católicos, quien actuó en su nombre- y fray Juan Pérez -en representación de Colón-. Toscanelli hablaba de la viabilidad de una navegación hacia la China por el oeste; un camino que se vería aún mucho más facilitado por el hecho de que podrían efectuarse escalas en la mítica isla de Antilia y en Cipango (Japón). Colón conoció esta documentación -ya que reprodujo algunas expresiones de forma casi literal-, bien pues se la remitiese el propio Toscanelli, o la lograse en la corte lusitana aprovechando sus contactos, o aun por conductos menos confesables. El conocimiento de este informe confirmó intuiciones de Colón o le abrió los ojos hasta realizar suyo ese proyecto, quizá modificándolo para realizar aún mucho más fácil el viaje.

Martín Alonso Pinzón tuvo una intervención tan definitiva tanto en la recluta de hombres como en la de barcos que Colón le prometió que partiría con él las ganancias de la expedición. En estas condiciones, resultó primordial la ayuda que le prestaron los hermanos Pinzón, cuya amistad le procuraron los monjes de La Rábida. Los Pinzón eran marinos que habían ganado enormes riquezas y prestigio como comerciantes de salazones -desde los mares del norte hasta Italia-, como corsarios y también, aun, por haber participado en las recientes guerras contra Portugal. La provisión del 30 de abril de 1492 fue leída el 23 de mayo de dicho año en la iglesia de San Jorge, en Palos, hecho que se puede estimar como el comienzo de la partida de la expedición.

Isabel La Católica, La Reina Que Creyó En El Viaje De Cristóbal Colón

Y se le dejó «contribuir con la octava parte en la armazón de navíos que fuesen a tratar y negociar a las tierras descubiertas. En el terreno económico su situación fue difícil; aunque recibió esporádicos apoyos económicos, debió vender libros y mapas que él mismo dibujaba. No obstante, merced a las gestiones del padre Marchena, los monarcas acordaron denominar una Junta que examinase la «empresa de Indias».